El Abbidharma, es la parte del Canon Pali en la tradición budista Theravada que explica desde una perspectiva psicológica la formación del ego. En occidente, se conoce a esta postura como psicología budista.
Es realmente interesante como una tradición que perdura desde hace 2500 años haya desarrollado un conocimiento tan profuso sobre el comportamiento y las estructuras mentales de la persona con la sola ayuda de la meditación. Los conocimientos occidentales sobre la materia no son ni por asomo, tan extensos ni avanzados.
Para que nos entendamos y para que podamos ubicarnos en términos de la psicología convencional, la budista, se posicionaría entre la ausencia de ego freudiana, la interpretación conductista de la personalidad, la percepción de la realidad según la Gestalt y la Inteligencia Emocional.
Sin intención de meternos en más berenjenales diremos que desde esta perspectiva se defiende que las personas, disfrutábamos de un estado primigenio de auténtica libertad previamente a la formación de las estructuras del ego. Siendo éste el artífice de nuestras neuras y depresiones.
Podríamos definir al ego como el anhelo de querer ser sin serlo, cuyas características principales son la necesidad de control sobre su realidad y la constante necesidad de reafirmación. Una espiral que gira desde fuera hacia dentro con la única intención de poseer, como al revestirse de cosas se hiciera tangible y sólido...se hiciera real.
El comportamiento del ego es neurótico. Su naturaleza consiste en atesorar sensaciones, sentimientos, recuerdos, objetos... de manera compulsiva, en un equivocado intento de conseguir la felicidad aplacando el deseo. El deseo juega en esto un papel muy importante, es el motor de la búsqueda y la posesión es la finalidad.
uestras vivencias se hayan inmersas en un estado de semiconsciencia, como si viviéramos conectados a un permanente piloto automático. Somos poco o nada conscientes de lo que hacemos. De mientras, la mente campa a sus anchas yendo de un deseo a otro, de un pensamiento a otro...
Como si fuéramos a la deriva, el ego antojadizo, va dándole una interpretación subjetiva a todo lo que toca, deformando la realidad, distorsionando el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar, laboral...
Nuestra particular interpretación de la realidad es neurótica: en cualquier momento de nuestra vida y de forma permanente existe algún tipo de malestar psicológico, una preocupación, un desasosiego. Es la experimentación del ego, de ese anhelo por querer existir...sin conseguirlo.
La neurosis en la vida cotidiana de cada persona provoca que revistamos la realidad de un sentimiento de desazón que se nos antoja como una especie de vacío. La respuesta del ego a ese vacío es rellenarlo con sensaciones, vivencias u objetos de uno u otro tipo. Así vamos vagando de un deseo a otro, desarrollando compulsividades y hábitos neuróticos.
Desencadenamos enfermedades a través de la perpetuación de la neurosis. A nivel mental trastornos como, depresión, ansiedad, disociativos, del sueño, de la personalidad... A nivel físico, padecemos dolencias que con el paso del tiempo se van haciendo crónicas. Esta teoría está respaldada por la medicina homeopática y en algunos casos (enfermedades psicosomáticas) por la tradicional.
Sin embargo, es posible salir de la neurosis, que como ya sabemos, es la repercusión del ego. El camino más directo es la meditación. Desde mi experiencia, recomiendo siempre el estilo vipássana cuya efectividad es notoria en un corto plazo de tiempo. Para los profanos en la materia diré, que la meditación es una potente herramienta psicológica desvinculada de cualquier corriente religiosa. Su realización no compromete al practicante a someterse a ningún credo, pues tales ejercicios solo buscan la experiencia directa de la realidad.
Si somos capaces de llevar la meditación a nuestra vida cotidiana, en función de la práctica, podremos experimentar la naturaleza de nuestro verdadero ser, la ausencia de neurosis, la ausencia de ego. Es posible vivir sin neurosis.
Es realmente interesante como una tradición que perdura desde hace 2500 años haya desarrollado un conocimiento tan profuso sobre el comportamiento y las estructuras mentales de la persona con la sola ayuda de la meditación. Los conocimientos occidentales sobre la materia no son ni por asomo, tan extensos ni avanzados.
Para que nos entendamos y para que podamos ubicarnos en términos de la psicología convencional, la budista, se posicionaría entre la ausencia de ego freudiana, la interpretación conductista de la personalidad, la percepción de la realidad según la Gestalt y la Inteligencia Emocional.
Sin intención de meternos en más berenjenales diremos que desde esta perspectiva se defiende que las personas, disfrutábamos de un estado primigenio de auténtica libertad previamente a la formación de las estructuras del ego. Siendo éste el artífice de nuestras neuras y depresiones.
Podríamos definir al ego como el anhelo de querer ser sin serlo, cuyas características principales son la necesidad de control sobre su realidad y la constante necesidad de reafirmación. Una espiral que gira desde fuera hacia dentro con la única intención de poseer, como al revestirse de cosas se hiciera tangible y sólido...se hiciera real.
El comportamiento del ego es neurótico. Su naturaleza consiste en atesorar sensaciones, sentimientos, recuerdos, objetos... de manera compulsiva, en un equivocado intento de conseguir la felicidad aplacando el deseo. El deseo juega en esto un papel muy importante, es el motor de la búsqueda y la posesión es la finalidad.
uestras vivencias se hayan inmersas en un estado de semiconsciencia, como si viviéramos conectados a un permanente piloto automático. Somos poco o nada conscientes de lo que hacemos. De mientras, la mente campa a sus anchas yendo de un deseo a otro, de un pensamiento a otro...
Como si fuéramos a la deriva, el ego antojadizo, va dándole una interpretación subjetiva a todo lo que toca, deformando la realidad, distorsionando el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar, laboral...
Nuestra particular interpretación de la realidad es neurótica: en cualquier momento de nuestra vida y de forma permanente existe algún tipo de malestar psicológico, una preocupación, un desasosiego. Es la experimentación del ego, de ese anhelo por querer existir...sin conseguirlo.
La neurosis en la vida cotidiana de cada persona provoca que revistamos la realidad de un sentimiento de desazón que se nos antoja como una especie de vacío. La respuesta del ego a ese vacío es rellenarlo con sensaciones, vivencias u objetos de uno u otro tipo. Así vamos vagando de un deseo a otro, desarrollando compulsividades y hábitos neuróticos.
Desencadenamos enfermedades a través de la perpetuación de la neurosis. A nivel mental trastornos como, depresión, ansiedad, disociativos, del sueño, de la personalidad... A nivel físico, padecemos dolencias que con el paso del tiempo se van haciendo crónicas. Esta teoría está respaldada por la medicina homeopática y en algunos casos (enfermedades psicosomáticas) por la tradicional.
Sin embargo, es posible salir de la neurosis, que como ya sabemos, es la repercusión del ego. El camino más directo es la meditación. Desde mi experiencia, recomiendo siempre el estilo vipássana cuya efectividad es notoria en un corto plazo de tiempo. Para los profanos en la materia diré, que la meditación es una potente herramienta psicológica desvinculada de cualquier corriente religiosa. Su realización no compromete al practicante a someterse a ningún credo, pues tales ejercicios solo buscan la experiencia directa de la realidad.
Si somos capaces de llevar la meditación a nuestra vida cotidiana, en función de la práctica, podremos experimentar la naturaleza de nuestro verdadero ser, la ausencia de neurosis, la ausencia de ego. Es posible vivir sin neurosis.