Tao es una nave sin fondo; Usado por sí mismo, no se llena con el Mundo; No puede ser cortado, limitado, ocultado o inmovilizado; Sus profundidades están escondidas, ubicuo y eterno; Desconozco de donde proviene; Llegó antes que la Naturaleza. Lao Tse, El libro del TAO
Etiquetas
Mostrando entradas con la etiqueta CUENTOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CUENTOS. Mostrar todas las entradas
2011-04-24
HISTORIAS DE ARANT: EL VUELO DE LA GOLONDRINA
Muchas veces el bosque se había mudado de estaciones luciendo un variado manto de colores en la época de las lluvias o padeciendo el luto de las frías y secas. Con él Govinda también cambiaba. Antes pequeño, menudo y niño, ahora juvenil, enérgico y torneado por la vida en el bosque. Lucía una larga cabellera de opaca seda y piel tersamente morena lamida por el sol.
Así de bien estaba alcanzando la madurez aquel hijo de Nadie, instruído en el Silencio, solamente cobijado bajo una túnica harapienta como la aquel otro ermitaño que guiaba sus pasos, Arant.
Pero no solo lo que era visible en el muchacho había madurado según su naturaleza. Por dentro, también sufría un nuevo despertar de instintos sensuales que como azotes de un látigo invisible abordaban la mente de este niño que empezaba a dejar de serlo. Ese y no otro era el motivo por lo que la inclinación de Govinda por el estudio se había enfriado. Cada vez con más entusiasmo abordaba al viejo maestro con preguntas inquietantes sobre la vida allá en las ciudades. Le excitaban los viajeros de las extensas caravanas que como hileras de hormigas surcaban los caminos en los meses primaverales más allá del cerrillo que cerraba el paso al extenso bosque.
Pero sobre todas las cosas le intrigaban los pensamientos y sentimientos que el viento del Oeste le hacía llegar provenientes de aquellas mentes mundanas tan diferentes a la suya propia, adiestrada en el recogimiento. Eran murmullos de inseguridades, deseos desvanecidos, placeres inalcanzables, esperanzas que se perdían por los polvorientos caminos.
Arant, que notaba como la adolescencia supuraba a borbotones por los poros del muchacho se dirigió a él una vez acabaron de comer, cerca del claro de la cascada.
>> Govinda, he notado desde hace algún tiempo que tu presencia se evapora en ensoñaciones como la arena se escapa entre los dedos de la mano. Tu atención ha menguado porque tu coraje ya no se aplica a las meditaciones. No estás presente. Desde donde estoy sentado puedo sentir cómo tu mente se evade mientras tu cuerpo permanece sentado como si meditara. Dime pues Govinda, ¿dónde está tu mente?
>> Maestro, hay inquietud en mí. Pero me esforzaré más.
Fue entonces cuando el viejo, por primera vez en toda su vida, se dirigió a su ahijado como el hombre que empezaba a despuntar en él.
>> Govinda, estás cambiando auque no lo sepas. No estoy disgustado contigo, al contrario, celebro tu despertar a la vida aunque esto provoque que las cosas ya no vuelvan a ser como siempre.
El joven Govinda no alcanzaba a comprender las directas palabras de Arant y lo miraba confundido por la franqueza del viejo.
>> ¿Qué es lo que tiene que cambiar maestro?
>> Mira, ahora eres un muchacho en el que se despiertan pasiones dormidas, incontrolables torrentes de mundaneidad te sacuden como a mí un día me pasó. Debes aceptar el cambio y cabalgar sobre él, porque esa es la única Ley que siempre permanece: la impermanencia. Hijo mío, cuida como un tesoro el vagaje de experiencias que te proporcionarán porque de ellas aprenderás lo que la vida susurra al oído de los sabios. Déjate impregnar por la sabiduría que de ellas se desprende.
>> Siempre he pensado que mi lugar estaba aquí contigo, en este bosque, sumido en el Silencio de las profundidades del Ser.
>> No mi querido niño, Yo también fui hombre de mundo que aprendió a observar el vacío porque la sabiduría de lo impermanente condujo mis pasos hasta él. Y es aquí donde resido. Este es el destino del que se persigue durante muchas vidas. Retenerte a mi vera, sería erróneo por mi parte e injusto para tí. Amado Govinda, ya te he enseñado todo lo que debías aprender (*). Tus conocimientos han alcanzado rápido desarrollo a pesar de tu juventud. Confía en lo que la experiencia te ha demostrado meditando conmigo y sigue practicando el desapego a cualquier credo, religión o rito y que ese Yo que te poseé y dícese llamarse Govinda no es más que una pobre quimera de tu verdadero Ser (@).
Ahora Arant se había erguido en toda su largura mostrando con naturalidad la dignidad de una figura que no cargaba con la pesada losa de sus innumerables años. Levantó el brazo y señaló al camino que se perdía en las lindes del bosque.
>> Dirige tus pasos hacia la vida mundana, hijo mío, aprende a vivir como viven los hombres. Descubre sus entresijos para que puedas desapegarte de ellos. Ve con aquello que te está llamando.
Govinda se recogió a sí mismo, pués él era su única pertenencia y sin pensarlo siquiera, adelantó un paso delante del otro como lo hace el Loco arcano mayor(#), siguiendo los pasos de los mundanos mortales.
Atrás, en la intemporal espesura del milenario bosque meditaba un ermitaño que había conseguido arrancarse el último obstáculo que lo separaba de sí mismo. Como la amorosa golondrina que cría a sus polluelos para un día animarlos a salir del nido, Arant, quedo libre de una paternal deuda contraída hacía muchas vidas.
El precio que tuvo que pagar fue perder un hijo, sin embargo ganó el Cielo.
_________________________________________________________________________
(*) meditar, ayunar, esperar. Siddharta, Herman Hesse
(@) Arant se refiere que Govinda ha alcanzado el estado de Sottapana
(#) Carta del Tarot.
2010-11-22
HISTORIAS DE ARANT: LA VACUIDAD OTOÑAL
Entre la espesura de lo vegetal se sentaba Govinda en aquel bosque de Abunda. Sus formados hombros y brazos eran acariciados por tallos y flores amarillas, rojas y violetas que se atrevían a salir de la misma tierra que les vió brotar. El zumbido de moscas y abejas componían melodías propias de parajes silvestres mientras el viento susurraba la fresca canción de la mañana.
Como la mariposa que abandona la crisálida, el estudiante de lo Absoluto había trascendido su propia personalidad. Solo era la acción de observar y desde allí veía como las costumbres de su persona se sucedían sin perturbarlo. Se desencadenaban como si fueran mecanismos puestos en marcha hacía infinidad de tiempo. Nadie los dominaba, como barco a la deriva.
Ahora era consciente de su locura, de sus apegos pueriles, de su naturaleza dual y cambiante. Govinda en ese estado era Nada y era Todo.
Al salir de su trance, su conciencia fue contenida de nuevo en esa personalidad forjada por sus propios condicionamientos, como si algún hada del bosque depositase a un bebe sobre almohadones.
2010-11-21
HISTORIAS DE ARANT: LA CATERVA IGNORANTE
Entre las lindes del país de Aqqia y las tierras bajas de Euna, se extiende un valle cubierto por el bosque de Abunda donde una vez residió el ermitaño Arant y su ahijado Govinda.
Uno de aquelos días fueron visitados por Goep, carpintero de prestigio de la vecina ciudad de Khali. Goep era ególatra y vanidoso , resultado del frutífero negocio que le suponía el trabajar en exclusividad la carpintería del palacio de verano del rey.
Orgulloso por dominar su oficio con la máxima la perfección, fue a donde moraba Arant con un séquito de aduladores para mofarse de él.
>> Mirad -dijo- no se mueve, no come, casi no respira, y sin embargo algunos hablande él como si hubiera terminado su tarea(#).
Enchido de ego prosiguió >> Obsérvame, Arant el vagabundo, yo en cambio, gozo de prestigio, vivo en una mansión, soy conocido y respetado por ser diestro en mi arte. Me llaman maestro que es como le corresponde a una persona de mi posición. Pero por otra parte, algunos se atreven a dirigirse a ti como maestro, y no veo que prosperes en negocios. Tampoco veo instrumentos de artistas u otros utensilios de artesano. Por tanto concluyo al verte que esa manera tuya de vivir es el producto de una vida disoluta y holgazana y no a ningún dominio sobre dedicación alguna.
Es propio del hipócrita tratar con adulación a aquellos que considera dignos de respeto por su posición social, poder o influencia, y con desprecio a los más desfavorecidos. Así se comportó aquella chusma ignorante al reparar solo en las ropas del Maestro y no en el arte invisible para los ojos torpes del que no sabe ver con el corazón. Por algunos momentos, bromas y chascarrillos varios le fueron dedicados al único de todos ellos que era capaz de sumergirse en el Insondable SIlencio.
Arant, sentado en una postura perfecta, parecía la misma montaña que tenía a sus espaldas. Solo le bastó entreabrir un ojo para que de su serena mirada emanase un rayo de luz con el que alumbró a todos los seres de aquel bosque que hasta aquel momento estaban envueltos en el engañoso manto de las apariencias. Esto y aquello, en un instante atemporal, dejaron de ser lo distinto y lo diferente para no estar separados si quiera por el espacio que se interponía entre ellos. La Unidad se hizo en todos ellos. Dejaron de ser partes para convertirse en el Todo. Con esta acción, los secretos del Universo se disolvieron, la ignorancia fue barrida por aquel momento glorioso de la faz de la Tierra. Entonces, el vagar de los extraviados cesó y se transformó en aquellas certezas que tanto buscaban.
Arant, el maestro de lo Impenetrable, terminó de cerrar su ojo y se dirijió a los presentes. >> Este es mi arte. Luego calló.
Hubo un murmullo de incomprensión entre el séquito profano de lo sutil y profundo qpara convertirse en sonoras carcajadas que reafirmaron de manera definitiva la falta de entendimiento. Así concluyeron que Arant no era más que otro pobre vagabundo y que sus actos poco cuerdos explicaban el tipo de vida que lo llevaba a habitar en el umbrío bosque.
Cuando se hubieron marchado, volvió la calma como si aquel grupo nunca hubieran estado en aque lugar. El maestro que entendía de los secretos de la vida así lo vió y prosiguió con su tarea.
Entonces Govinda, que había presenciado todo aquel espectáculo, se levantó del sitio que ocupaba al lado del sabio y se encaminó al río a llenar su escudilla de agua fresca. Contemplando su imagen en el espejo que le otorgaba el paso de la corriente, dijo para sí >> El maestro Arant, con solo entreabrir un ojo, es capaz de desvelar la verdadera naturaleza de las cosas, pero los ignorante solo tienen ojos para ver lo aparente del momento. Ahí va el ciego de Goep con toda su camarilla creyendo ser el ombligo del Mundo sin acaso imaginar que toda su obra está sometida a la ley de la Impermanencia y por tanto es perecedero como lo son los días, las hojas de los árboles o la vida misma...
En aquel momento Govinda se enderezó y notó que la apacible brisa de la tarde empezó a vibrar entre los pétalos de las flores, y así comenzó a sonar la canción del bosque[...]
(#) Haber alcanzado la máxima perfección en su arte
HISTORIAS DE ARANT: EL JOVEN GOVINDA
Entre montañas gemelas, descendía un caudaloso río que irrigaba y protegía la existencia de un apacible bosque. En un claro de aquel, cerca de una cascada que se derramaba con gran generosidad, paraba cada tanto un hombre de esos que han renunciado a las comodidades del hogar.

En él las miradas de los adinerados no reparaban, ni tampoco sus favores eran requeridos, pasaba desapercibido con tal sigilo que daba la sensación que se trataba de una sombra. Solo aquellos que sabían reconocer el abismo insondable en su mirada anhelaban encontrarlo para aprender de ella.
Era pués, poco nombrado Arant y a veces hasta él se sorprendía de tener nombre. No es que se sintiera identificado con él, en absoluto, pero cada ser debe responder a uno.
Tenía por compañero circunstancial a un muchacho que de manera un tanto extraña había recibido como pago de una deuda cuando solo era un mocoso de 5 años. El destino a veces se divierte con reglas un tanto turbias. No supo qué hacer con él al principio y como el chico no tenía parientes, decidió cuidarlo él mismo Arant de la manera que sabía, observando el Silencio.
Govinda, como se llamaba el chico, era alto y delgado como un tallo del cáñamo de un río. Su pelo castaño revoloteaba por encima de unos ojos del mismo color que denotaban un pensamiento rápido y lúcido. Se entregaba con pasión a la práctica que su protector le ensañaba. El Sendero estaba abierto para el joven.
En cierta ocasión, se encontraba en actitud contemplativa cerca de Arant. Abrió los ojos, respiró profundamente y se dirijió su maestro. >> Maestro, en verdad, el sufrimiento no existe, ¿es así?
>> Así es Govinda. Le contestó.
>> En cambio siento dolores en mis piernas cada vez que me siento por periodos largos en actitud contemplativa, por lo que el dolor sí existe.
>> Tampoco existe el dolor, Govinda.
El joven aprendiz entornó los ojos y mirando de frente al viejo suspiró. >> No lo entiendo, maestro, cuando empecé a observar el Silencio, me dijiste que existía el sufrimiento y el dolor. Hoy me he dado cuenta que el sufrimiento no existe, y así lo afirmas, pero no haces los mismo con el dolor. ¿Por qué cambias tanto de opinión?
Arant, sonrió al chico. >> No cambio de opinión, solo la adapto a tus descubrimientos.
>> Todo esto es un enigma para mí -se quejaba el joven-.
El viejo se encorvó y miraba aquella luz tan maravillosa que el joven Govinda desprendía a los ojos de un buen observador.
>> Bien, te lo voy a explicar. La gente de vida mundana se pasa la mitad de la vida persiguiendo deseos y la otra mitad huyendo de dolores y sufrimientos que son la consecuencia directa de la búsqueda incesante de placeres. Por eso yo digo que están ciegos, pues no saben que lo uno y lo otro son meras ilusiones pasajeras. Ellos creen que dolor y sufrimiento es lo mismo y tú, joven Govinda, ya sabes que no es así.
El dolor es una sensación física y el sufrimiento es su interpretación. Como ves, son cosas distintas. Si dejaran de interpretar las sensaciones, no se apegarían a ellas y sí así actuaran, el condicionamiento de responder con sufrimiento desaparecería como lo hacen las nubes cuando sopla el viento del Oeste. Esa sería la oportunidad de darse cuenta que solo es una ilusión.
Govinda, saltó como un resorte. >> Pero el dolor es distinto porque se puede observar de manera directa, yo lo hago, por lo tanto el dolor es una sensación.
>>No exactamente. Si observas atentamente el dolor de tus piernas, sin catalogarlo como dolor, sino como algo que se manifiesta, te revelará su auténtica naturaleza. Puede ser vibración, movimiento o calor... es a eso precisamente a lo que llamas dolor, pero si te fijas bien es solo una interpretación y es por eso que te digo que tampoco existe.
El joven suspiró haciendo que su poblado flequillo se elevase para luego caer en el mismo sitio, y cerrando los ojos, tras una pausa reflexionó. >> Entonces, yo también debo estar ciego...
>> Así es por ahora, Govinda.
>> Me doy cuenta que no se nada.(#)
>> Eso ya lo dijo otro -sonreía el maestro divertido-
En la rivera del río, al pie de la cascada, el fragor del agua al arrojarse desde lo alto de la montaña sonaba como el eco que trae voces y lamentos ya pronunciados. Entonces la noche empezó a caer.
(#) Solo sé que no se nada. Sócrates
(#) Solo sé que no se nada. Sócrates
Suscribirse a:
Entradas (Atom)