2009-05-02

BUSCANDO UN LUGAR BAJO EL SOL


El deporte es beneficioso si se practica con mesura. Pero cuando se tienen 18 o 22 años, el concepto de equilibrio suele estar poco afinado. Las repercusiones de mi empeño por el músculo hiperdesarrollado empezaron a notarse con un horrible dolor que se pasaba de la espalda al pecho.

La fisioterapeuta me recomendó que practicara natación, sobre todo de espaldas. Allí estaba yo, con un gorro de baño, unas gafas para nadar y un minibañador...y a mis pies una piscina terapéutica para mí solo.

En ese momento, me di cuenta lo poco que necesitaba para enfrentarme con el medio; nada de complicadas máquinas de musculación, ni pesas ni nada, solo yo.

Esta estupenda sensación me acompañó en mis sesiones terapéuticas y luego conseguí extrapolarlas a mi bagaje experiencial. Estaba empezando a darme cuenta que caminaba desnudo, comía desnudo y en definitiva vivía desnudo. Aunque la sola idea de contemplarme vestido de bañista y realizando estas actividades cotidianas pueda resultar un tanto cómica, la sensación de no necesitar nada más era muy gratificante.
Ya poco o nada me preocupaba y si realmente alguien lo dudaba, sí, era feliz.

La vivencia de estar desnudo, si esta anécdota lo permite, puede llevarse al terreno de lo personal. El solo hecho de quitarse tensiones innecesarias hace que la alegría fluya. ¡Qué fácil se vive así!

A lo largo de mi vida he conocido a personas que se empeñaban en vivir desnudos en cuanto a problemas y tensiones mentales, y si se me apura, diré que la imagen de la desnudez que estoy utilizando aquí, casi se podía palpar porque prescindían (que no carecían) de muchas de las cosas que cualquier persona corriente ni por un momento, soltaría aunque la vida le fuera en ello.

No tenían trabajo reconocido de esos que cotizan a la Seguridad Social aunque eran unos artistas cada uno en su campo. Prescindían de propiedades materiales aunque sus riquezas eran realmente fáciles de transportar...ingenio, alegría, paz poco más. No necesitaban de televisores, coches o modas, ¡solo algo de ropa!. Ni tampoco aspiraban a escalar en lo social o buscaban reconocimiento.

Sus vidas, y esto es lo más llamativo, estaban encaminadas al día a día, a lo cotidiano, no protestaban por la dureza de las circunstancias o lo duro del trabajo de turno. El cauce de sus necesidades estaba casi seco. Comida y cama aderezado de poca intimidad. Poco más.
¡Y qué miradas! ¡qué sonrisas!. A menos carga más alegría, energía y sabiduría.

Estas experiencias me han marcado y me siguen demostrando que la búsqueda de la felicidad a través de la seguridad y/o comodidad material llevan al naufragio, al fracaso en lo que a lo emocional se refiere. Esta es la neurosis de nuestro tiempo.

Hasta donde sé, nos contaron el cuento de la cigarra y la hormiga al revés. La hormiga trabajaba para tener qué comer en invierno y no para comprarse una tele de plasma de 1000 euros; y la cigarra simplemente no trabajaba porque no tenía que pagar una hipoteca. Y lo más importante, carecía de ésta porque se había dado cuenta que la felicidad no está en la posesión sino en la necesidad de no poseer.

1 comentario:

"Leeloo" dijo...

Últimamente andar desnudo es un delito y sólo por respirar ya tienes que andar pagando... Pero es bueno al menos discernir entre lo importante y lo complementario para aprender a quedarnos sólo con lo imprescindible... al menos y tan sólo eso.